sábado, 22 de diciembre de 2012

Veinticinco Palabras: Lo que adornara el exterior del jarro

Como les comente hace dos entradas, mi proyecto para el nuevo año es un tarro donde guardare los momentos que me hagan sonreír. Y lo que estará en el exterior del jarro serán los buenos momentos de este último año, lo decidí ayer.

Ayer fue viernes 21, no solo el fin del mundo, sino también el cumpleaños de mi sobrina Ginna. Ella se había ido a vivir hasta Mexicali, en la frontera de México y EUA, lo cual está claramente muy lejos de aquí el Distrito. Por las festividades ella vino de visita junto con su tía abuela y su mamá. Es de parte de la familia de mi mamá, una familia donde tengo muchos tíos y por lo tanto muchos con gran diferencia de edad. Aunque es mi sobrina es menor a mí solo por meses. Y solo es menor a mí en eso. Su altura llega a los 1.70 (y yo mido 1.50)
Bueno, que mi mamá quería que le diéramos una sorpresa y nos mandó ir a casa de mi tío Gerardo, donde ella se reuniría con mi primo Cristóbal, que la llevaría a recorrer Coyoacán.
Antes de que se mudara, hace años que se mudo, muchos años antes de que se mudara, eramos muy cercanas. Visitábamos más seguido a mis tíos y siempre jugaba con ella en el cuarto de hasta atrás, donde siempre había libros de colorear, una tele viejita, chiquita y a blanco y negro, crayolas, y montones de ropa que cubrían todo el suelo. Era mi prima más cercana.
Pero nos separamos. Ya prácticamente no nos veíamos ni hablábamos. Cuando se mudó no me puse tan triste como debería, no le escribí correos electrónicos ni le hable, aunque mis tías quisieron darme su dirección o que le mandara cartas en papel.
Ayer fue la primera vez que la vine en años, desde que asistió a unos quince años (de una prima) y donde ya se veía lo mucho que había crecido.
No hubo emoción o incomodidades, realmente fue bastante normal. Y no relataré mucho, porque de lo que yo les quería hablar era de mi primo Cristóbal.
Él es mayor que yo, tiene la edad para ser mi tío. Tampoco vive en el Distrito Federal, pero no me quedó claro si es también de Mexicali o de otra parte, creo que de Mexicali.
Él es cocinero. Chef. Y es bueno en su trabajo, le enseñó a mi tía fotos de lo que hace, y es una gran variedad y se ven bien, por lo que por lo menos sabe de presentación. Platique con él, también él quiso estudiar Filosofía y Letras, pero allá él no tenía esa carrera, así que estudió Gastronomía, y ama su trabajo.
Pienso que conocerlo es una de las cosas que debo anotar en un papel, por que mi agradó mucho. Me enseño un video también y me recomendó un buen libro.

Después que llegará Ginna, se preparó la comida, que fueron enchiladas verdes. Yo pude comerlas sin dar muestras de haberme enchilado. Good.
Comimos pastel, que era muy bonito, con decoración de una imagen del Coliseo Romano en chocolate.
¡Oh! Antes de eso, antes de comer, nos dieron a probar una gelatina negra. Sí, negra. Era de zapote.Sí, zapote. No sabía mal, hasta puedo decir que sabía bien. Se pasaron un poco en la consistencia, era un poquito más espesa de lo debido, pero no era para arruinarla, y la dulzura estaba bien.
Fue obra de mi primo Cristóbal.
Eso es algo que también anotaré, mi gelatina negra de zapote.

Pasamos por un momento tenso en la tarde, porque la cita de mi hermano con el psicólogo del sábado fue cambiada para ese viernes. A las siete de la noche, por lo que si planeábamos ir a Coyoacan con Ginna y mi primo. Pero mi mamá llamó, la cita había sido adelantada a las seis.
Eso puso a mi hermano de mal humor. Pero lo controlo. Claro, se quedó toda la tarde en el cuarto de mi tío Gerardo viendo la tele, pero es la mejor manera en que vi que lo controlaba. Y es que eso marcaba que no tendríamos tiempo para estar verdaderamente en Coyoacan, sería irnos de inmediato.
Después de que Ginna, su mamá y mi primo se fuera, llamó mi mamá. Habían cancelado la cita y podíamos ir. No habían pasado ni quince minutos de su marcha, pero no podíamos contactar con mi primo para decirle que nos esperaran, así que marchamos por nuestra cuenta.

Yo adoro Coyoacan. Lo adoro desde que fui porque ahí tomaba mis clases de japones, y siempre pasábamos por el Centro de Coyoacan cuando regresábamos. Y con mamá solamente una vez habíamos paseado por el, así que lo había observado prácticamente desde siempre desde la ventana del auto.
Amo Coyoacan. Había un concierto, la música me fascino, el árbol gigante navideño, las luces por todo el lugar, los puestos de siempre donde ya preparaban el ponche, las tortas, tortitas y galletas de nata, los churros, esquites y elotes, más dulces muy dulces típicos, papas y banderillas. Cosas muy ricas, aunque lo que yo más quería hacer era entrar al Mercado Artesanal Mexicano.
¡Algún día le tomare fotos al interior y las subiré aquí! Es lo que más adoro de Coyoacan. Ese mercado.
No puedo describirlo con palabras. No. Necesito de fotos. Para mí, que prácticamente no he hecho turismo de mi país, no he visitado este tipo de mercados, es lo más hermoso que he visto.
Lo siento, no me basta el mercado del pueblo de mi abuelito, que aunque sea tan grande, no es Artesanal, solo era un mercado.
Bueno, cuando nos enteramos de que mi primo y Ginna estaban viendo una pastorela, decidimos darnos nuestro propio paseo. Lo siento, en Coyoacan yo no iba a meterme en un edificio a ver una pastorela cuando quien sabe cuando volvería.
Por eso fuimos al Mercado Artesanal, y estuvimos ahí un buen rato, yo sopesando la posibilidad de comprarle ahí el regalo de intercambio a mi amiga. Al final no lo hice. Fui egoísta. Me compré un hermoso cuaderno de material reciclado, azul, de poco más de sesenta hojas. Tiene un recuadro vertical hundido donde esta la luna y las estrellas. También el costado donde esta el espiral tiene estrellas y una cola de ratón que las une a todas.
Necesito fotos, lo sé, y la subiré más adelante, probablemente la siguiente semana. Desde mi celular, por supuesto. Así que no se quejen si no son buena calidad.
Bueno, que paseamos, que mi mamá llego después de haber dejado a mi papá porque el quería solo recogernos e irse a casa a descansar y jugar, pero mamá quería que paseáramos porque habíamos estado toda la semana encerrados (true story), entonces le dijo que el se fuera y ella se quedaba con nosotros, él se fue enfadado.
Horas después nos reunimos por fin con Ginna y los demás, los llevamos al Mercado (porque para mí no habían disfrutado Coyoacan si no visitaban el Mercado), yo me compre un puzzle del cuadrado de números (ese donde tienes que ordenar los números solo moviendo uno a la vez), mi tío uno de esos instrumentos típicos hecho de caña de azúcar, donde los tubos son de diferente tamaño y soplas para tocarlos (no me acuerdo del nombre). Mi hermano se traumo porque él no podía tocarlo, y yo que me negué en un inicio pude hacerlo sonar a la primera y en cierto momento casi todos los tubos pude hacerlos sonar, y mi hermano se quedaba sin aire intentándolo.
Que después fuimos a formarnos para comprar café, uno muy popular. Le tomamos la foto a un perro que dejaron dentro del auto, que nos miraba con sus ojotes brillantes, con la nariz pegada al cristal, como pidiendo que lo sacaran. Nosotros fuimos los primeros quienes nos quedamos observándolo y hasta le tomamos foto (salió diabólico), y más gente se acercó a verlo.
Volvimos a la Plaza y mi mamá se quedó platicando con todos. Los niños (mi sobrina, su hermana, mi hermano y yo) estábamos cada uno en sus cosas. Mi mamá, mi tía Lupe, mi otra tía (que parece mi abuela), la mamá de Ginna y mi primo Cristóbal, platicando.
Nos quedamos hasta las diez de la noche ahí, y ninguna casa estaba cerca.
Llegamos a casa a eso de las once y media.

Fue divertido. Tanto el siguiente concierto (después de acabar el primero) de villancicos, como el break dace que inicio uno y que al terminar hicieron el suyo propio varias personas sobre el kiosko, mi cuaderno nuevo, todo lo de Coyoacan. Me divertí mucho.

En serio adoro Coyoacan...

No hay comentarios:

Publicar un comentario